EL ANILLO DEL CACIQUE Y LA HAMACA GRANDE

Anécdota por : Roberto Hernández Sampayo.

En un hermoso mes de 1986, cualquier día de entre semana, escuché por ahí que Diomedes cantaba en la gallera del pueblo donde nacieron los gaiteros más importantes del mundo, y no fue en Escocia. San Jacinto, Bolívar, municipio incrustado en los Montes de María, vigilado por el imponente Cerro de Maco, el mismo que canta Carlos Vives «Y llevo una Hamaca Grande, más grande que el Cerro e' Maco, pa' que el pueblo vallenato meciéndose en ella cante»; tierra que transpira música, poesía, crónica, leyenda, «historia sagrada que antepasados recuerdo esconde» y por supuesto un toque especial del exclusivo realismo mágico que adorna la costa caribe colombiana.
«Hasta el forastero pregunta por su persona», dice un pedazo de la canción “El Viejo Miguel”. Yo era hijo de un forastero que se convirtió en un acérrimo y feliz seguidor de esa cultura musical y de sus grandes exponentes entre los que personalmente conocí, fascinado, al gran Adolfo Pacheco, Ramón Vargas, los hermanos Lora, Toño Fernández, el negro Carmelo Torres y, por supuesto, el que puso a sonar su acordeón como la Pava Congona, el inmenso Andrés Landero. 
A mis 10 añitos, y como buen “yuquero”, yo gritaba mi “guapirreo” —el orgulloso y alegre grito de guerra y fiesta de esas hermosas tierras— al escuchar en la radio de algún carro, o equipo de sonido con aguja de algún vecino, o en la amplificación de un billar cercano, la voz del Cacique y el acordeón del Cocha Molina, “Brindo con el alma por ella”. Yo no podía beber, pero ya estaba enamorado «De una niña muy linda… Yo quería llamarla y al fin la llamé… Y qué impresión tan grande me llevé… Cuando dije aló, contestó la mamá». Mi única inquietud era esta: ¿cómo carajo voy a entrar a la gallera y poder ver a Díaz y a Molina? Mi papá de igual manera no me dejaría, porque no era sitio para un menor de edad, beba o no beba.  
Llegó el tan esperado sábado y yo me volé por una de esas ventanas gigantes de casas coloniales. Raudo, como unos acordes de acordeón nocturno, cogí mi camino diomedista y empecé a rondar la gallera. Pregunté la hora de llegada del artista —en esa época Diomedes sí cumplía—, y me fui acomodando en el sitio donde parquearía el “Thermoking” de Brasilia que lo traería con su conjunto. Poseído por la ansiedad y el nerviosismo tremendo, no veía la hora que asomara la trompa aquel bendito bus por la esquina del mercado y matadero del pueblo. A eso hay que sumarle el terror de que mis papás me descubrieran; en esa época la correa no traumatizaba y tampoco te llevaban a psicólogo. 
Faltaban 5 para la 11:00 de la noche, dijo el señor que vendía platanito y papita, cuando de repente se escucha el pito grave de ese bus de ensueño, se armó la gritería, el bochinche y el desorden. La multitud gritaba: «¡Llegó Diomedes, llego Diomedes!». Y empieza ese concierto de “guapirreo” masivo, y volaban sombreros vueltiaos y abarcas, y la gente se empujaba feliz como si estuvieran tirando billetes de mil. Pero el destino esa noche me sonrió feliz y yo quedé paradito justo al lado de la puerta del bus, donde unos policías emocionados custodiaban la bajada de Diomedes.
Llegó el momento esperado por mí y por todos, se abre teatralmente esa puerta y se asoma el Cacique, ¡el Cacique de la Junta!, y, desde el escalón más alto del bus, saluda imperialmente a su fanaticada. Pero él, al querer bajar, dio un paso en falso… ¡Qué suerte yuquera la mía!: para no caerse, me agarró fuerte a mí; con su mano izquierda, mi mano derecha… Y pego yo tremendo grito, pero no de la emoción, sino del dolor: sentí claro que algo filoso cortó mi mano. El artista inmediatamente me preguntó: «¿Qué te pasó, muchacho?». Me revisó la mano. No, nada, sino que él mismo me había cortado con un anillo de oro gigante, tan grande como el Cerro de Maco, tan grande como la hamaca en la que Adolfo Pacheco meció al pueblo vallenato. Pero, de inmediato, el papá de Rafael Santos me subió al Brasilia y le pidió al conductor el botiquín. ¡Carajo!, de buenas yo que el tipo lo encontró y le dijo a Diomedes que había algodón y “Mertiolate”; ¡esa vaina si mancha y arde! Amablemente el señor conductor procedió a curarme una pequeña herida, y es entonces cuando sucede el momento mágico de esta historia, y quizás de toda mi vida musical: Diomedes me pregunta mi nombre, yo le contesto. Me pregunta mi edad, se la digo. Me pregunta la fecha de mi cumpleaños, y yo le contesté: «el 26 de mayo». ¡Uy, pa qué fue eso! Diomedes se me quedó mirando fijamente a los ojos y me dijo: «ve, muchachito, por eso fue que a ti te corte con el anillo: ¡cumplimos el mismo día!». Vaya sorpresa y jubilo para este niño de 10 años: que cumplía el mismo día que él, mi ídolo musical, del que sus canciones cantaba.
Terminaron de curarme la herida que, de la emoción mía, es que ni me ardía. Diomedes sacudió mi cabello, chocó su puño con el mío y me dijo: «Que te vaya bien, Sampayo, pero me tengo que ir a cantarle a mi fanaticada del pueblo de las hamacas”. Hasta el día de hoy, a mis 44 años de yuca, mis padres no saben que esa noche me volé de la casa.

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Comentarios: 10
  • #1

    Alberto Romero Cardoza (lunes, 29 marzo 2021 18:02)

    Que buena historia, aunque me quede esperando el momento en 1ue te regalaban el anillo.

  • #2

    carlos varon (lunes, 29 marzo 2021 20:38)

    muy bueno, roberto, excelentes condiciones innatas de escritor, viva barranquilla

  • #3

    Juan Pablo Peláez (lunes, 29 marzo 2021 20:53)

    Me acabo de llamar tu Papá te van a pelar jejeje, Viejo Robert gran talento al escribir y al ser vida propia la historia tiene más sentido, felicidades.

  • #4

    Jose luis (martes, 30 marzo 2021 00:47)

    Excelente historia !! Grande el Cacique

  • #5

    Jaime Romero Escobar. (martes, 30 marzo 2021 12:54)

    Excelente, magistral cátedra de la música folclórica costeña caribe colombiana! Humor fino, conocimiento y elegancia narrativa. Felicitaciones. Que sigas escribiendo para nuestro deleite. A tu edad tendrás mucho que conta. Un abrazo desde Miami, Florida, USA.
    Lo voy a compartir con su permiso.
    Jaime Romero Escobar.
    Eljames51@gmsil.com

  • #6

    Roberto Hernández Sampayo (martes, 30 marzo 2021 13:08)

    Muchas gracias amigos y Tío por sus comentarios.

  • #7

    Julio Mario Villamizar (martes, 30 marzo 2021 14:50)

    Lo felicito Roberto, muy bien escrito, historia bien contada!

  • #8

    Jannette Graciela Ardila S. (miércoles, 31 marzo 2021 23:28)

    Interesante historia Roberto, muy bien narrada. Así son los Recuerdos que marcan para siempre nuestras vidas!!!

  • #9

    Andrea Salas (viernes, 02 abril 2021 14:05)

    Robert que gran historia, una narración impecable!

  • #10

    Roberto Hernández Sampayo (lunes, 05 abril 2021 10:51)

    Agradezco sus mensajes y me alegra que les haya gustado.

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